Tlön uqbar orbis tertius ciudad seva

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tlön uqbar orbis tertius ciudad seva

La crítica suele inventar autores: elige dos obras disímiles -el Tao Te King y las 1001 Noches, digamos-, las atribuye a un mismo escritor y luego determina con probidad la psicología de ese interesante homme de lettres

También son distintos los libros. Dicho sea con otras palabras: no conciben que lo espacial perdure en el tiempo.

El resto parecía muy verosímil, muy ajustado al tono general de la obra y (como es natural) un poco aburrido. Si nuestras previsiones no erran, de aquí a cien años alguien descubrirá los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön.

Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español.

It was Buckley who had decreed that an encyclopedia of this imaginary planet should be written.

The encyclopedia, which was the work of three hundred men, was then translated into one of the fictional languages of Tlön; the group of men leading this hoax was given the name Orbis Tertius. De los catorce nombres que figuraban en la parte geográfica, sólo reconocimos tres -Jorasán, Armenia, Erzerum-, interpolados en el texto de un modo ambiguo.

El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedía (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902. Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto.

Siglos y siglos de idealismo no han dejado de influir en la realidad.

Los determina, a veces, la mera simultaneidad. Es verosímil lo segundo. El hecho de que nadie crea en la realidad de los sustantivos hace, paradójicamente, que sea interminable su número. Eso, al principio de la página 918. Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio.

La primera, el repudio del solipsismo; la segunda, la posibilidad de conservar la base psicológica de las ciencias; la tercera, la posibilidad de conservar el culto de los dioses. Ocurrió en un departamento de la calle Laprida, frente a un claro y alto balcón que miraba el ocaso. Ha permitido interrogar y hasta modificar el pasado, que ahora no es menos plástico y menos dócil que el porvenir.

El texto de la Enciclopedia decía: Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Cada tantos años iba a Inglaterra: a visitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj de sol y unos robles. Comprobamos después que no hay otra diferencia entre los volúmenes.